Podemos proponer un mundo donde las flores
siempre salgan en primavera, y las lluvias sean solo cosas del abril. Un mundo
donde las palabras son solo letras y la poesía solo fantasía. Tenemos la
costumbre de desechar lo incierto, pero de repente un huracán amenaza y no
se deja intimidar por nuestras buenas intenciones.
Nos creemos seres preparados para sufrir, pero
cuando llega la tormenta no dudamos ni un segundo en resguardarnos bajo algún
soportal. En cambio,
también hay momentos en los que somos capaces de evadirnos de la realidad hasta
niveles insospechados. Somos complicados, pero no imposibles; resistentes, pero no inertes.