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domingo, 2 de diciembre de 2012

Reflexiones del corazón

La soledad nos somete a un sentimiento simple y frío.
 Donde las nubes tapan lo que las lágrimas no se llevaron.
Donde el arrepentimiento nos  somete a un profundo malestar que no consigo olvidar.

El camino se nubla debido a las tinieblas;
 produciendo impedimento de acercarme hacia los sueños perdidos en la inmensidad.

La luz de mi corazón se apaga,
como una vela colocada en la ventana durante un vendaval.
El viento arrastra los recuerdos que el tiempo no se llevó.
 La amargura, impotencia y sufrimiento se concentran en un leve suspiro.
 Las manos blanquecinas se deslizan suavemente a lo largo de la pared de la habitación.

La tinta negra con la que reflejo palabras en un simple trozo de papel,
se desgasta hasta emborronarse.

Lágrimas amargas pertenecientes a la memoria
se condensan en mis pupilas como el rocío de la madrugada.

De repente entre la bruma se dibuja una silueta.
Todas las adversidades de la vida cayendo sobre mí;
siento que no soy más que una simple pieza de un rompecabezas sin resolver.

Pero llegas tú y me haces saber.
Me haces saber que la vida se basa en saltar muros,
en convertirlos en peldaños.
En creer en un sueño y aunque no vea horizonte, nunca perder la esperanza.

Me enamoré de tu mirada.
Y tú de mi sonrisa provocada al perderme en el mar que esconden tus pupilas.  
Un mar de sorpresas que hace tiempo que abandonaron la melancolía.

Cierro los ojos y me concentro en tu sonrisa.
Un destello blanco como el cristal iluminaba mi corazón,
y conseguía abrirlo hacia experiencias nuevas e irrepetibles.


Tus ojos aterrizan en mi mente como dos agujeros negros de los que no consigo escapar.
Me retienen, me conquistan con un solo destello.
Consiguen dibujar una amplia sonrisa en mi interior.

Es el turno de tus abrazos y tus besos.
Momentos inolvidables en los que no existieron razones, tan solo sentimientos.
Fuimos niños jugando a un juego sin reglas.
Dónde tus brazos me refugiaron del frío invierno.
Donde las noches eternas
 no fueron más que noches en vela.


Pidiendo a gritos un minuto más contigo.
Asomándome a divisar las estrellas en el firmamento.
Solamente quiero revivir ese momento,
en el que tu mirada cruzó la mía como una flecha.
En el que tus palabras llegaban como mariposas atravesando mi pecho.


Una historia con un sencillo principio,
en el que creímos estar en lo cierto.
Sin embargo, la duda y el orgullo más de una vez nos hizo tropezar.
Pero nada nos impidió levantar cabeza de nuevo.


Vacío la mente de todo pensamiento y empiezo a reflexionar
nada más quiero que tu felicidad.
Me doy cuenta de que la distancia nos aleja,
y el tiempo a tu lado transcurre a la velocidad de la luz.


No creo que me necesites más a tu vera
Que cada uno continúe por donde le lleven sus sueños.
Pero si tu camino se nubla,
esta vez seré yo la silueta que se dibuje entre la espesa bruma de la impertinencia.