Un niño
de nombre….bueno, eso no es lo importante. Siempre fue una persona de gran
corazón que expresaba todo lo que sentía. Siempre discriminado y rechazado, tuvo
que cubrir como era en realidad para ser aceptado en la sociedad de hoy en día.
Una
tarde de verano, niños sentados, hablando, mostrando sus opiniones y él con
millones de ideas, tuvo que guardárselas para si mismo por miedo a lo que
pensaran. Callado sumido en sus pensamientos, decidió al fin mostrar su
opinión. Tras haber hablado, todos callados, le miraron con cara de
incredulidad y desprecio. A continuación, carcajadas empezaron a inundar la
habitación y él con ganas de salir corriendo y el miedo llenando su triste
corazón, que le impulsó a levantarse, y llorando amargamente se alejó de lo que sería el momento
que cambiaría su vida para siempre. Con la esperanza ya perdida y el
arrepentimiento corriendo por sus venas, se sentó a pensar. Esto no podía
quedar así, no soportaría otra situación como aquella. La decisión final fue
convertirse en algo que nunca imaginaria que él podría llegar a ser así.
Necesitaba sentirse querido, acompañado por alguien más que su familia. Desde
ese día escondió toda su sensibilidad y consiguió convertirse en la persona que
los demás querían que fuese. ¿Acertó o se equivocó en su decisión? Lo
importante es que ahora es feliz mostrando a todo el mundo esa parte que antes
en él no existía, que al final ha acabado formando parte de él. Pero tampoco ha
perdido esa otra cara llena de cariño, comprensión y preocupación; porque siempre
habrá gente que la acepte y le quiera por ello.